Lo reportó primero el Wall Street Journal, citando fuentes de inteligencia, y luego otros medios de comunicación en Estados Unidos, generando alarma en el gobierno y el Departamento de Defensa por las consecuencias que esa decisión podría tener para la seguridad nacional del país.
De acuerdo con lo publicado por los medios, esa instalación podría utilizarse para interceptar comunicaciones en Estados Unidos. La base, por su ubicación, estaría a menos de 200 kilómetros del territorio estadounidense y aumentaría el control y la información que Pekín recibirían no solo del rival geopolítico, sino de las aguas y movimientos que se puedan producir en el golfo de México y el Caribe.
El acuerdo, que ha sido matizado tanto por Pekín como por Washington (aunque no negado), implicaría una inyección millonaria para el régimen de Cuba que atraviesa un momento de crisis económica y social en la isla. Cuba, por su parte, ha negado tajantemente la información, que califica de “mendaz e infundada”. Según el viceministro de Exteriores cubano, son falacias «promovidas con la pérfida intención de justificar el recrudecimiento sin precedentes del bloqueo, la desestabilización y la agresión a Cuba y de engañar a la opinión pública de Estados Unidos y de todo el mundo”.
Las relaciones entre Washington y La Habana se encuentran cerca de un punto muerto después de que la presidencia de Donald Trump revirtiera gran parte de los avances propiciados por la política de su predecesor, Barack Obama, que se acercó a la isla en busca de una apertura que permitiera mejoras en la calidad de vida de sus ciudadanos.
¿Qué consecuencias tendría la apertura de esta instalación?
Guillermo Pacheco, analista internacional experto en temas de seguridad, ofreció una entrevista en Cuestión de Poder de NTN24.