Quienes hayan visto la película “Don´t look up” entienden el sentimiento de desespero y desesperanza que tenemos todos aquellos que sabemos que estamos al borde de una gran catástrofe climática, que tenemos claro lo que hay que hacer, pero nadie escucha, ni hace mucho para impedir que pase.
Hay que reducir las emisiones globales de carbono en un promedio de 7,6% al año para evitar que la temperatura promedio suba como máximo 1.5°C. A esto se comprometieron los 196 países que firmaron el Acuerdo de Paris, sin embargo, “las emisiones de GEI han aumentado constantemente durante la última década, y alcanzaron las 59 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente (GtCO2e) en 2019, aproximadamente un 12 % más que en 2010 y un 54 % más que en 1990”.
Están hechos los acuerdos, están las metas que tiene que alcanzar cada país y hay mecanismos para alcanzar dichas metas. Todos hablan sobre el cambio climático, pero hay muy poca acción y en vez de trabajar de manera coordinada, se dan grandes discusiones y ataques sobre lo que se está haciendo y está dando resultados.
Uno de los ejemplos más claros son los créditos de carbono y los proyectos de reducción de carbono. Son muchos los medios de comunicación que se han sentado desde sus escritorios a criticar de manera sensacionalista y sistemática los proyectos de reducción de emisiones financiados a través de los créditos de carbono.
También critican a las empresas que están haciendo bien su trabajo, reduciendo y compensando de manera responsable sus emisiones.
Investigan solo casos de proyectos de reducción de carbono que tienen problemas, pero no les interesa publicar los estudios serios que demuestran que la mayoría de los proyectos de reducción de carbono sí lo están haciendo de manera justa, metódica y transparente y generan impacto.
Parece que quisieran acabar con el mecanismo de los créditos de carbono, con los proyectos y con los desarrolladores de estos proyectos. No se dan cuenta de que es uno de los únicos avances reales que tiene el mundo desde hace más de 25 años en su lucha contra el cambio climático y que, aunque no puede ser lo único que se haga, es muy importante para lograr las metas de reducción de emisiones a 2030 y lograr Net Zero a más tardar 2050.
Es verdad que los proyectos de carbono no son perfectos, sus metodologías son recientes y todos estamos de acuerdo en que se deben mejorar, pero no desde los ataques a las empresas que compensan, a los desarrolladores o a los proyectos, sino desde la investigación real y la cooperación entre todos los actores.
El 2030 está a la vuelta de la esquina y los gobiernos y las empresas necesitarán millones de créditos de carbono provenientes de proyectos para cumplir las metas a las que se comprometieron.
¿De dónde saldrán esos créditos si no hay proyectos de reducción de emisiones de carbono suficientes?
Es importante ser propositivos y buscar mejorar, no destrozar los esfuerzos que hacemos para alcanzar el Net Zero. No hay tiempo para más discusiones sobre si los mecanismos funcionan o no, si deben existir o no, o cuáles deberían ser sus atributos.
Debemos darnos cuenta del riesgo que tenemos encima y actuar de manera colectiva para mejorar cómo lo hacemos en la práctica y no en la teoría.
Es hora de mirar arriba, es hora de promover y apoyar los proyectos de reducción de emisiones para cumplir con los objetivos que nos planteamos como humanidad a 2030.
Es hora de mirar arriba, es hora de actuar!