Por: Héctor Schamis
El término se usa como metáfora. Denota una solución simple y rápida, inclusive mágica, ante un problema complejo. Proviene de la leyenda del hombre lobo, criatura presente en el folclore y la mitología de varias culturas antiguas. Se trata de una persona que se transforma en lobo al que sólo una bala de plata podía matar.
Pues allí está Nicolás Maduro, cual hombre lobo y maldito, con quien se ha intentado todo. El problema es inextricable, nada parece tener efecto. No fueron suficientes en estos años las protestas ni la participación electoral masiva; los intentos de golpe de Estado ni una invasión de mercenarios; las sublevaciones de oficiales militares y las denuncias de fraude electoral; los camiones con ayuda humanitaria y las sanciones económicas. Maduro y su régimen resisten.
No alcanzó con el Poder Legislativo en manos de la oposición ni con la presidencia encargada, en su momento reconocida por más de sesenta países. Ni los pronunciamientos, condenas y resoluciones por violaciones de derechos humanos en organismos internacionales; las denuncias por crímenes de lesa humanidad ante la Corte Penal Internacional; la prohibición de ingreso de los jerarcas del régimen a suelo europeo y a varios países de América. Y de poco sirvió la solidaridad internacional, pues allí sigue Maduro.
No lo derribó la prolongada contracción económica con hiperinflación, el origen de una crisis humanitaria compleja. Es decir, inseguridad alimentaria y precariedad en la atención médica, más una criminalidad desenfrenada con un Estado que no brinda protección, pues es otra organización criminal. Ello explica el éxodo de un cuarto de la población, pero allí sigue Maduro. Confieso haber presagiado su caída en innumerables ocasiones.
Tampoco dio resultado imputarlo por “narco-terrorismo”. Así lo había hecho el Departamento de Justicia en marzo de 2020, con una recompensa de 15 millones por información útil para su arresto. En agosto de 2025, el Departamento de Estado aumentó la recompensa a 50 millones, una vez que el Departamento del Tesoro designó al Cartel de los Soles como “organización terrorista global”.
De ahí que el Senador Bernie Moreno afirmara que “Maduro debería dormir con los ojos abiertos. Alguien en Venezuela será 50 millones de dólares más rico pronto”, un mensaje coordinado con el anuncio de la Casa Blanca confirmando el despliegue de destructores, aviones y efectivos al Mar Caribe.
No queda claro si la bala de plata es la ambición material o la posibilidad de una invasión. Delatar no es cosa simple bajo un Estado totalitario que ha sabido penetrar la esfera privada con frecuencia, mucho menos sublevarse. Los cargos por narcotráfico y el despliegue militar emparenta a Maduro con Manuel Noriega; y ambos con presidentes electos, Edmundo González y Guillermo Endara. Claro que Venezuela en 2025 no es Panamá en 1989.
Lo crucial del ruido de sables es siempre el día después. A menos que la bala de plata sea Chevron, que ya produce y exporta. Es que han sido muchas las frustraciones anteriores y Maduro sigue allí.
@hectorschamis